TELLUS AETHERQUE
Quamvis tellus terrae et caeli notionem aether habeat et quidem inter se opponant,
assidue in unum aptant vicissim. Ars chimica tandem eorum verborum naturam,
cum nonnulli appellavissent nominatim singularia elementa quae conciliare in se
fallaciter laxum sensum illarum notionum videntur, turbavit. In origine verbum
Graecum ‘aether’ signi cat ignem qui, ut Cicero affirmat, ex ipso aere oritur,
sed celere poetae id verbum praetulerunt ab usu foedatis vocabulis quae eadem
significant. Eodem tempore pharmacum et fons aethereae spiritualitatis est, res ita
quae tangi non potest. Contra verbum ‘tellus’, a quo nos vocabula ignota ab antiquis
Romanis obtinemus, vox ita Latina est ut templum deae Telluri iamdudum in Urbe
erectum sit, dea quidem nutrix primigenia alienaque exemplari Augusti quod in Ara
Pacis maxime miramur. Hoc est etiam signum comprehendens vim rusticam Latinae
Telluris cum nutrici Graeca Gea animo aethereo. Tellus igitur mater eorum quae
tangi possunt et aether eorum quae labuntur pater natura in limite convulso a nobis
appellato horizonte coniugunt, ubi confluit vita humana cum prospecto spirituali
ipsae aeternitatis. Sic perlucet Raymundi opere ubi ille limes inter fragilia et perpetua
interpretatur. Imus limes est quod horizon imus et, sensu recepto, intueri ad summa
nobis non licet. Et duplex natura spatii nos circundantis hac ratione vis nostri
Raymundi operae est, perturbatio etiam exquista in certa geographia locutionum
quae inquirunt partem asperiorem nobis mentis, scilicet aetheream. Igitur delibare
quidem aetherem veneratio ad deam Terram, scilicet Tellus, fit et id consequi, dum
utimur scalis quas Raymundus erexit, volutare omnino in ipsa contradictione inanis
nobis cupidinis significat.
¿Antonio Curado?
Centro Cultural LA ASUNCIÓN. Diputación Provincial. Albacete.
enlaces
ww.dipualba.es/asuncion/raimundocobos
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CADA OBRA BUSCA SU LUGAR
ESTO ES...
TELURO Y ÉTER
¿Antonio Curado?
Aunque teluro contiene el sentido de tierra y éter el de “cielo” y se oponen entre sí, a
menudo de forma constante se complementan. Sin embargo, la química ha pervertido la
naturaleza de estos términos, al haber denominado algunos con su nombre elementos
específicos que parecen concretar erróneamente en su ser la vaguedad de aquellos
conceptos. En su sentido original, la palabra griega “éter” designaba el fuego, que nace,
a decir de Cicerón, de la atmósfera misma, pero pronto los poetas prefirieron este
vocablo a sinónimos trillados por el uso. A la vez es droga y fuente de espiritualidad
etérea, intangible. En cambio, la palabra “teluro”, de la que nosotros obtenemos
derivados desconocidos para los antiguos romanos, es un término tan latino que un
templo consagrado a la diosa Teluro fue erigido tiempo ha en Roma, diosa nutricia
originaria y distinta del trasunto augústeo que admiramos en el Altar de la Paz. Éste
es un relieve que sincretiza la esencia campesina de la Teluro latina con la Gea nutricia
griega de etéreo espíritu. Así tierra madre de lo tangible y éter padre de lo escurridizo
se unen por naturaleza en una línea convulsa que llamamos horizonte, donde cofluye
la vida terrena con el visor espiritual de la eternidad misma. Así se rfleja en la obra
de Raimundo donde se ofrece una interpretación de aquella línea fronteriza entre
lo caduco y lo perenne. Baja es la frontera porque el horizonte es bajo y, captado su
sentido, no nos permite lanzar la mirada hacia lo más alto. La doble naturaleza del
espacio que nos rodea es por esta razón la esencia del trabajo de nuestro Raimundo,
una confusión rebuscada en la geografía concreta de expresiones que apelan a nuestra
psique más esquiva, la etérea. Así catar el éter se vuelve un acto de plena pleitesía
a la divinidad terrena, Teluro, y conseguirlo mientras hacemos uso de las escaleras
erigidas por Raimundo implica revolcarse de lleno en la contradicción misma de
nuestro futil deseo.
¿Antonio Curado?
PELO DE TORMENTA
CAMINO INTERIOR
MILIARIO
CAMINO INTERIOR
CATACIELO CÁVEAS
ARTFICIO
TIERRA I
TIERRA II
TIERRAS RARAS
MILIARIO
ALMA de BABEL
"Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerones y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria."
Gabriel García Márquez. Cien Años de Soledad.